Por Luciana Prodan
El domingo para nosotras es un día crucial. Nuestra
enmarañada psiquis femenina- que no está preparada ni hecha para soportarlo- se
anuda de la forma más tremenda dejándonos presas del mal humor y la angustia.
Decirles que algo parecido nos ocurre con nuestro pelo, me parece redundar. Todas
sabemos que nuestro pelo siempre tendrá dos enemigos indiscutibles e
inevitables: 1- el domingo 2-la humedad.
Como les decía, en realidad, todo está enredado. Porque los
domingos son –irónicamente- el principio y el final de todas aquellas cosas que
fuimos acumulando durante la semana: peleas, pasión, odio, amor, soledad, angustia,
hambre, ganas, éxitos, fracasos, euforia, cansancio, ropa, mugre, platos, comida,
kilos, etc; etc; etc.
Intentamos no volvernos susceptibles. Queremos que las horas
pasen; pero resulta inútil. Nada nos distrae. Nada nos conforma. Nada nos llena
y, por lo mismo, alejarnos de la heladera se transforma en nuestro desafío más
vital.
Ser mujer es complicado. Muy complicado. Pero ser mujer y
sobrevivir a los domingos es casi un milagro. La nostalgia –en el caso de estar
solteras- se apodera de nosotras. La soledad –en el caso de habernos separado
hace unos meses- nos persigue hasta acorralarnos, y la violencia –en el caso de
estar casadas o en pareja- se despierta –de
pronto- enfrentándonos a la pesadilla más terrible: La realidad. La misma
realidad que nos obliga a abrir bien los ojos y, sin piedad, nos transforma en
testigos involuntarias del “placido
domingo” que él disfruta a todo volumen; sin culpa, sin prisa y sin pausa.
Los hombres tienen una particularidad: no disfrutan cuando
sufren. Son más prácticos. Más resolutivos. Es decir, si es domingo y están
solos, esa siempre será una buena excusa para juntarse con sus amigos. Si es
domingo y están separados, ir al cine solos, es el sueño que están a punto de cumplir. Y si es domingo y están casados, van a sentirse los hombres más felices del
planeta sólo por el simple hecho de dormir. Que para nosotras de simple, no
tiene nada. Dormir, digo. En cualquiera de los casos, a diferencia de nosotras,
disfrutan. Y duermen; que no es poco.
Sí; porque ellos a pesar de todo –y de que es domingo
también- son felices. Genuina y visceralmente felices. Son hombres, y por eso,
van a evitar el sufrimiento siempre o, al menos, van a intentarlo.
Pensándolo bien, los domingos son –de alguna manera- el “fin
de año de la semana”. Y todas sabemos que para nosotras, copas más, copas
menos…los “fines de año” nunca son un trago fácil de pasar , y menos, de
digerir.
Luciana Prodan.